Decir que todo empezó con el
terremoto de Lorca no sería la verdad completa. Realmente fueron necesarias
aquellas charlas que de vez en cuando tenía con mi padre sobre la
radiactividad, el que quedase grabado en mí, el interés por adquirir un
contador Geiger. Mi padre, que había trabajado varias décadas en ENWESA, me recordaba que era algo demasiado caro y difícil de
conseguir, y zanjaba el tema, pero yo seguía soñando con aquel curioso aparato tecnológico
capaz de detectar algo tan peligroso y misterioso.
Fue el terremoto y tsunami del Japón
del 11 de marzo del 2011, que provocó el accidente de la
central nuclear de Fukushima el que empujaron
ese resorte que estaba tanto tiempo preparado para ser accionado. El escape
radiactivo de la central me hizo suponer que habría material radiactivo disperso
por el planeta en las próximas décadas y que conociendo el plácido modo de actuar
español, podríamos tener una inmensa basura radiactiva en nuestras narices y no
darnos ni cuenta de ello, así que me dije ¿Cuánto valdrá un contador Geiger?
¿dónde lo venderán?
Con esta reflexión, encendí mi
ordenador, puse medidor de radiactividad en el buscador y … ¡allí estaba!: un
aparato semejante a un polímetro que era capaz de detectar radiaciones α, β, y γ.
El medidor de radiaciones no era
muy barato que digamos, pero ya que iba a comprarlo, no iba hacer el tonto de confiar
en un aparato que vaya a saber qué medía, así que pensé que sería mejor comprar
dos y comprobar que se comportaban igual, así que en aquel día solicité dos
medidores.
Desafortunadamente no había sido
el único con esta preocupación y la empresa suministradora había agotado todas
sus existencias, y no preveía poder
enviarme el medidor hasta dos meses después.
Esto me fue comunicado por e-mail
el día 25 de marzo del 2011 como se puede ver en la siguiente imagen:
Dicho retraso no me causó
ninguna inquietud, ya que había estado soñando con ese momento más de dos
décadas, así que ratifiqué el pedido y olvidé el tema.
Los dos temblores de Lorca fueron el 11 de mayo del 2011, en esta
extraña cadencia del número 11, y los
medidores llegaron al mes siguiente.
Cuando el envío llegó a mi
domicilio de Cartagena, inmediatamente hice lo que cualquier chaval haría con
un juguete nuevo, apuntaba en todas direcciones, observaba las variaciones,
lanzaba hipótesis, pero enseguida llegue a una terrible conclusión: me gastado
un pastón en un cacharro que no voy a utilizar en la vida.
Los
medidores mostraban lecturas que variaban entre 0,050 y 0,250 μS/h; hiciera lo que hiciera y apuntara donde
apuntara hacían siempre lo mismo, no dejaban de variar las cifras, unas veces
coincidían las lecturas, pero en la mayor parte de las veces no.
A los pocos
días de comprobar la radiactividad que se registraba alrededor de todo lo que
tenía en casa, con el inconfesable deseo de encontrar algún objeto radiactivo,
pensé en trasladar los medidores conmigo a mi lugar de trabajo en Lorca. Aquel
primer día coloqué los medidores sobre
el asiento de mi derecha y allí se quedaron durante todo el viaje; para mi
decepción no sucedió nada, pero al volver de Lorca ¡piii!; si pitó con su
pitido intermitente y agudo. Este iba a ser el primero de una larga serie de
pitidos que sucedieron en aquel último mes del curso 2010-2011. Después
llegaron las vacaciones de verano y me dediqué a aprender a utilizar mi nuevo
aparato.
El curso siguiente lo pasé en
Torre-Pacheco; el medidor lo llevé conmigo varios meses pero supongo que al
no suceder nada fui olvidándolo y
perdiendo interés por él. También la enfermedad de mi padre contribuyó a olvidar el tema. El falleció el 11 de febrero del 2012. ¿Curioso verdad?
En el curso siguiente no me fue
concedida la comisión de servicios que me había permitido estar más cerca de mi
domicilio, y volví a impartir mis clases de Tecnología en el IES Principe de Asturias de Lorca.
El medidor de radiaciones lo
volví a llevar todos los días a clase. Se hizo algo rutinario; era como un
elemento más de mi maletín, pero no volvió a dar pitidos durante los dos primeres
trimestres; durante el segundo trimestre todo siguió igual hasta el 3 de abril.
Ese día 3 de abril del 2013 por la mañana fui al IES normalmente. Era el primer
día de clase después de las vacaciones de Semana Santa, y que yo había pasado
en Cartagena.
Al terminar las clases a las
14:30 me dirigí a mi coche que está estacionado en el aparcamiento situado
enfrente del Eroski, cuando al pasar frente a un Mercedes, a pocos metros de mi
vehículo, sonó el detector. El detector tiene un sistema de alarma de 5 μ
Sv/h.
Seguí hasta mi coche, dejé el portátil y mi maletín, y me volví sobre mis pasos con el aparato a la
zona donde había pitado, volviéndome a pitar. Sin embargo en otras sucesivas
pasadas no pitó.
Estos pitidos frente al IES eran una novedad, ya que después de los
terremotos de Lorca los pitidos siempre fueron fuera de Lorca, casi siempre en
Alhama y Fuente Álamo, y ocasionalmente en Cartagena y Totana.
Como era tarde, me monté en el
coche y me volví a Cartagena. En el viaje apareció una lectura en el aparato
algo mayor de lo habitual, en las proximidades de Totana, pero dentro de los
parámetros normales.
En la zona crítica, cerca de Alhama, donde solía pitar dos
años atrás, y donde siempre disminuyo la velocidad a 100 K/hora, no se mostraba
ninguna anomalía.
Interesante Información Sobre Seismos y Réplicas En Nuestra Región. Gran Trabajo Por Parte De J. Iborra. TiNo.
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