sábado, 4 de enero de 2014

HACIENDO HISTORIA I



Decir que todo empezó con el terremoto de Lorca no sería la verdad completa. Realmente fueron necesarias aquellas charlas que de vez en cuando tenía con mi padre sobre la radiactividad, el que quedase grabado en mí, el interés por adquirir un contador Geiger. Mi padre, que había trabajado varias décadas en ENWESA, me recordaba que era algo demasiado caro y difícil de conseguir, y zanjaba el tema, pero yo seguía soñando con aquel curioso aparato tecnológico capaz de detectar algo tan peligroso y  misterioso.
Fue el terremoto  y tsunami del Japón del 11 de marzo del 2011, que provocó el accidente de la central nuclear de Fukushima el que empujaron ese resorte que estaba tanto tiempo preparado para ser accionado. El escape radiactivo de la central me hizo suponer que habría material radiactivo disperso por el planeta en las próximas décadas y que conociendo el plácido modo de actuar español, podríamos tener una inmensa basura radiactiva en nuestras narices y no darnos ni cuenta de ello, así que me dije ¿Cuánto valdrá un contador Geiger? ¿dónde lo venderán?
Con esta reflexión, encendí mi ordenador, puse medidor de radiactividad en el buscador y … ¡allí estaba!: un aparato semejante a un polímetro que era capaz de detectar radiaciones α, β, y γ.
El medidor de radiaciones no era muy barato que digamos, pero ya que iba a comprarlo, no iba hacer el tonto de confiar en un aparato que vaya a saber qué medía, así que pensé que sería mejor comprar dos y comprobar que se comportaban igual, así que en aquel día solicité dos medidores.
Desafortunadamente no había sido el único con esta preocupación y la empresa suministradora había agotado todas sus existencias, y no preveía  poder enviarme el medidor hasta dos meses después.
Esto me fue comunicado por e-mail el día 25 de marzo del 2011 como se puede ver en la siguiente imagen:



Dicho retraso no me causó ninguna inquietud, ya que había estado soñando con ese momento más de dos décadas, así que ratifiqué el pedido y olvidé el tema.

Los dos temblores de Lorca fueron el 11 de mayo del 2011, en esta extraña cadencia del  número 11, y los medidores llegaron al mes siguiente.
Cuando el envío llegó a mi domicilio de Cartagena, inmediatamente hice lo que cualquier chaval haría con un juguete nuevo, apuntaba en todas direcciones, observaba las variaciones, lanzaba hipótesis, pero enseguida llegue a una terrible conclusión: me gastado un pastón en un cacharro que no voy a utilizar en la vida.
            Los medidores mostraban lecturas que variaban entre 0,050 y 0,250 μS/h; hiciera lo que hiciera y apuntara donde apuntara hacían siempre lo mismo, no dejaban de variar las cifras, unas veces coincidían las lecturas, pero en la mayor parte de las veces no.
            A los pocos días de comprobar la radiactividad que se registraba alrededor de todo lo que tenía en casa, con el inconfesable deseo de encontrar algún objeto radiactivo, pensé en trasladar los medidores conmigo a mi lugar de trabajo en Lorca. Aquel primer día coloqué los medidores  sobre el asiento de mi derecha y allí se quedaron durante todo el viaje; para mi decepción no sucedió nada, pero al volver de Lorca ¡piii!; si pitó con su pitido intermitente y agudo. Este iba a ser el primero de una larga serie de pitidos que sucedieron en aquel último mes del curso 2010-2011. Después llegaron las vacaciones de verano y me dediqué a aprender a utilizar mi nuevo aparato.
El curso siguiente lo pasé en Torre-Pacheco; el medidor lo llevé conmigo varios meses pero supongo que al no  suceder nada fui olvidándolo y perdiendo interés por él. También la enfermedad de mi padre contribuyó a olvidar el tema. El falleció el 11 de febrero del 2012. ¿Curioso verdad?
En el curso siguiente no me fue concedida la comisión de servicios que me había permitido estar más cerca de mi domicilio, y volví a impartir mis clases de Tecnología en el IES Principe de Asturias de Lorca.
El medidor de radiaciones lo volví a llevar todos los días a clase. Se hizo algo rutinario; era como un elemento más de mi maletín, pero no volvió a dar pitidos durante los dos primeres trimestres; durante el segundo trimestre todo siguió igual hasta el 3 de abril.

Ese día 3 de abril del 2013 por la mañana fui al IES normalmente. Era el primer día de clase después de las vacaciones de Semana Santa, y que yo había pasado en Cartagena.
Al terminar las clases a las 14:30 me dirigí a mi coche que está estacionado en el aparcamiento situado enfrente del Eroski, cuando al pasar frente a un Mercedes, a pocos metros de mi vehículo, sonó el detector. El detector tiene un sistema de alarma de 5 μ Sv/h.
Seguí hasta  mi coche, dejé el portátil y mi maletín,  y me volví sobre mis pasos con el aparato a la zona donde había pitado, volviéndome a pitar. Sin embargo en otras sucesivas pasadas no pitó.
Estos pitidos frente al IES eran una novedad, ya que después de los terremotos de Lorca los pitidos siempre fueron fuera de Lorca, casi siempre en Alhama y Fuente Álamo, y ocasionalmente en Cartagena y Totana.


Como era tarde, me monté en el coche y me volví a Cartagena. En el viaje apareció una lectura en el aparato algo mayor de lo habitual, en las proximidades de Totana, pero dentro de los parámetros normales.
En la zona crítica, cerca de Alhama, donde solía pitar dos años atrás, y donde siempre disminuyo la velocidad a 100 K/hora, no se mostraba ninguna anomalía.

1 comentario:

  1. Interesante Información Sobre Seismos y Réplicas En Nuestra Región. Gran Trabajo Por Parte De J. Iborra. TiNo.

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